VATICANO (ACI/EWTN Noticias).- En sus palabras previas al rezo del Ángelus, el 1er domingo de cuaresma en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI exhortó a los fieles a no temer el enfrentamiento contra el espíritu del mal, junto a Cristo, “el Vencedor”.
El Santo Padre pidió a los fieles que “no tengamos miedo de afrontar, también nosotros, el combate contra el espíritu del mal: lo importante es que lo hagamos con Él, con Cristo, el Vencedor”.
Al recordar que el pasado miércoles “con el tradicional Rito de las Cenizas, hemos entrado en la Cuaresma, tiempo de conversión y de penitencia en preparación a la Pascua”, el Papa señaló que “la Iglesia, que es madre y maestra, llama a todos sus miembros a renovarse en el espíritu, a re-orientarse decididamente hacia Dios, renegando el orgullo y el egoísmo para vivir en el amor”.
“En este Año de la fe, la Cuaresma es un tiempo favorable para redescubrir la fe en Dios como criterio-base de nuestra vida y de la vida de la Iglesia. Esto implica siempre una lucha, un combate espiritual, porque el espíritu del mal, naturalmente, se opone a nuestra santificación, y trata de hacernos desviar del camino de Dios”.
Esa es la razón, explicó, por la que “en el primer domingo de Cuaresma se proclama cada año el Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto”.
“Jesús, después de haber recibido ‘investidura’ como Mesías – ‘Ungido’ de Espíritu Santo – en el bautismo en el Jordán, fue conducido por el mismo Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo”, recordó el Papa.
Benedicto XVI subrayó que “en el momento en que inicia su ministerio público, Jesús debió desenmascarar y rechazar las falsas imágenes de Mesías que el tentador le proponía. Pero estas tentaciones también son falsas imágenes de hombre, que en todo tiempo insidian la conciencia, disfrazándose como propuestas convincentes y eficaces, e incluso buenas”.
“Los evangelistas Mateo y Lucas presentan tres tentaciones de Jesús, que se diversifican parcialmente sólo por el orden. Su núcleo central consiste siempre en instrumentalizar a Dios para los propios fines, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales”.
El Papa remarcó que “el tentador es falso: no induce directamente hacia el mal, sino hacia un falso bien, haciendo creer que las realidades verdaderas son el poder y lo que satisface las necesidades primarias”.
“De este modo, Dios se vuelve secundario, se reduce a un medio, en definitiva se hace irreal, no cuenta más, desvanece”.
El Santo Padre advirtió que “en las tentaciones está en juego la fe, porque Dios está en juego”.
El Papa señaló que “en los momentos decisivos de la vida, pero si vemos bien, en todo momento, nos encontramos frente a una encrucijada: ¿Queremos seguir al yo o a Dios? ¿Al interés individual o al verdadero Bien, lo que realmente es bien?”.
Benedicto XVI señaló que tal “como nos enseñan los Padres de la Iglesia, las tentaciones forman parte del ‘descenso’ de Jesús a nuestra condición humana, al abismo del pecado y de sus consecuencias”.
“Un ‘descenso’ que Jesús recorrió hasta el final, hasta la muerte de cruz y hasta el infierno de la extrema lejanía de Dios”.
Por ello, dijo el Papa, Jesús “es la mano que Dios ha tendido al hombre, a la oveja perdida, para salvarla. Como enseña San Agustín, Jesús ha tomado de nosotros las tentaciones, para darnos su victoria”.
Al concluir, el Santo Padre pidió que para estar junto a Jesús “dirijámonos a la Madre, María: invoquémosla con confianza filial en la hora de la prueba, y ella nos hará sentir la poderosa presencia de su Hijo divino, para rechazar las tentaciones con la Palabra de Cristo, y de este modo volver a poner a Dios en el centro de nuestra vida”.