ZENIT.- Con sobriedad, sin necesidad de sirenas de policía ni cortes de tráfico, Francisco llegó al Quirinal, residencia oficial del presidente italiano y uno de los símbolo del Estado Italiano, en la mañana del jueves 14 de noviembre.
A las 10.56 fue recibido por el presidente Giorgio Napolitano en el Patio de Honor y se saludaron con un apretón de manos. A continuación, conversaron unos minutos mientras se dirigían al Estudio del presidente para poder tener el encuentro privado. En este lapso de tiempo se han reunido también la delegación vaticana y la italiana.
Al finalizar, ha tenido lugar el intercambio de regalos, en el que el santo padre ha entregado a Giorgio Napolitiano dos medallas de bronce hechas por el maestro Guido Veroi, una de San Martino y otra llamada “Solidaridad y paz”, en la que se puede ver a un ángel que abraza y acerca los dos hemisferios del globo terrestre, venciendo la oposición de un dragón. El presidente ha entregado a Francisco una lámina de Piranesi que reproduce la plaza del Quirinal. A continuación, el papa ha visitado la capilla de la Anunciación.
En el Salón de las Fiestas ambos han hecho sus discursos. El santo padre ha dado las gracias por la bienvenida con la que ha sido acogido y ha confirmado el excelente estado de las relaciones recíprocas entre Italia y Santa Sede, que son un signo de amistad. Asimismo, ha destacado que “en estos primeros ocho meses de mi servicio petrino he podido experimentar por su parte, señor presidente, muchos gestos de atención”.
El Papa dijo que él querría, idealmente, “llamar a la puerta de cada habitante de este país, donde se encuentran las raíces de mi familia terrena, y ofrecer a todos la palabra sanadora y siempre nueva del Evangelio”.
Francisco ha hablado también sobre el momento actual que está “marcado por la crisis económica que cuesta ser superada y que, entre los efectos más dolorosos, está el de una insuficiente disponibilidad de trabajo”.
Por ello, el pontífice ha recordado que “la tarea primaria que concierne a la Iglesia, es la de testimoniar la misericordia de Dios y de animar respuestas generosas de solidaridad para abrir a un futuro de esperanza; porque allí donde crece la esperanza se multiplican también las energías y el compromiso para la construcción de un orden social y civil más humana y más justo, y emergen nuevas potencialidades para un desarrollo sostenible y sano”.
Francisco ha recordado además, que en sus primeras visitas pastorales en Italia – Lampedusa, Cagliari y Asís – ha tenido ocasión de tocar con sus manos las heridas que afectan hoy a tanta gente.
Un último aspecto que el papa ha tratado en su discurso es la importancia de la familia, que está “al centro de las esperanzas y de las dificultades sociales”. Y es por ello, que la Iglesia “continúa promoviendo el compromiso con todos, individuales e instituciones, para el apoyo de la familia, que es el lugar primario en el que se forma y crece el ser humano, en el que se aprenden los valores y los ejemplos se hacen creíbles. La familia necesita de la estabilidad y reconocimiento de las uniones recíprocas, para desplegar plenamente su función insustituible y realizar su misión. Mientras pone a disposición de la sociedad sus energías, pide ser apreciada, valorada y tutelada”.
Para concluir su intervención, el santo padre ha expresado su deseo, apoyado en la oración, que Italia “sepa nuevamente encontrar la creatividad y la concordia necesaria a su armonioso desarrollo, a promover el bien común y la dignidad de cada persona, y a ofrecer en el conjunto internacional su contribución por la paz y la justicia”.
Para cerrar el encuentro, en un acto lleno de protocolos, el papa Francisco ha tenido ocasión de moverse cómodamente entre la gente y saludar a los niños de los empleados del Quirinal.
A los trabajadores de este lugar, les ha pedido que vivan siempre en armonía en cada ámbito de la vida cotidiana, les ha reconocido su trabajo, “que muchas veces no se ve”; así como les ha invitado a vivir en espíritu de compresión y acogida hacia los otros y les ha exhortado a no perder el ánimo en las dificultades. Y a los niños, les ha dicho con una gran sonrisa “¡sois muy importantes!”
El santo padre ha ido acompañado de su séquito, formado por:
– Angelo Becciu, sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaria de Estado;
– Dominique Mamberti, secretario par las Relaciones con los Estados;
– el cardenal Giusepp Bertello, presidente del Gobernatorado del Estado de la Ciudad del Vaticano;
– el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana;
– el cardenal Agostino Vallini, vicario general de su santidad para la diócesis de Roma;
– Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia;
– Adriano Bernardini, nuncio apostólico en Italia;
– Carlo Alberto Capella, secretario de nunciatura.
Giorgio Napolitano, de 88 años, fue ya presidente de Italia por primera vez en el 2006 y reelegido después para un segundo mandato.
Es el primer jefe de Estado que fue miembro del Partido Comunista Italiano.
Giorgio Napolitano, en el discurso que ha dirigido, ha hecho referencia al lugar donde se estaba desarrollando el encuentro – el Quirinale – como un lugar en el que “vive, Santidad, una historia que usted lleva dentro de sí, por no haber perdido nunca la huella de la tierra de origen de su familia, en la cual ha estado llamado ´casi del final del mundo´ para guiar a la Iglesia de la silla de Pedro”.
Y no quisiera, ha continuado el presidente, que la solemnidad formal propia – por tradiciones y por espesor institucional – de esta ceremonia, empañase las expresiones de los sentimientos genuinos de cercanía y de afecto que su figura, su modo de dirigirse a todos nosotros, su compromiso pastoral, han suscitado desde los primeros momentos de su pontificado”.
Asimismo, el presidente ha recordado el mensaje del papa emérito Benedicto XVI cuando el 17 de marzo de 2011, el en 150ª aniversario de la República Italiana, que destacó “los dos principios supremos llamados a presidir en las relaciones entre Iglesia y comunidad política – el de la distinción de ambientes y el de la colaboración”. Principios que, según ha afirmado el presidente Napolitano, “vemos hoy expresarse, santidad, con claridad y profundidad en su pensamiento y en sus palabras”.
A continuación, ha destacado también que el santo padre transmite “de la forma más directa a cada uno de nosotros motivos de reflexión y grandes sugerencias para nuestra forma de actuar individual y colectivo. Y lo ha hecho en estos meses contándose a sí mismo, diciéndonos – con sorprendente generosidad y franqueza – mucho de su formación, de su evolución, de su visión”. Y ha añadido que “a todos – creyentes y no creyentes – ha llegado a través de palabras sencillas y fuertes, su concepción de la Iglesia y de la fe”.
Por otro lado, Napolitano ha dedicado unas líneas a hablar de los desafíos que enfrenta el mundo de hoy, como es la situación de restablecer la paz en regiones atormentadas por conflictos crueles como Oriente Medio y el Mediterráneo en el que en particular Italia y Europa unidas deben dan respuestas y compromisos eficaces.
Dando un paso más, el presidente de la República Italiana ha querido añadir que los desafíos que debe enfrentar el mundo de hoy son también de naturaleza “antropológica”. Y dirigiéndose a Francisco ha afirmado que “la fuerte consideración por la persona, hasta ese su querer ´mirar individualmente a la persona, una a la vez´, cuando habla a grandes masas reunidas para escucharle, es un carácter distintivo de su misión pastoral”.
Señalando las duras consecuencias que está teniendo la crisis en Europa, Napolitano ha reconocido que traen responsabilidades comunes. Responsabilidades que la Iglesia asume ´expresando y difundiendo sus valores´ y la política “recuperar participación, consenso y respeto, liberándose de la plaga de la corrupción y de los más mezquinos particularismos”.