(ANS – Roma) – Presente en estos días en Roma, Mons. Albert Vanbuel, SDB, Obispo de Kaga-Bandoro, participó en algunas reuniones con los Capitulares y ha recontado la realidad de la República Centroafricana.
Misionero en 1994 en Bangui, la capital del país, y co-fundador de dos casas salesianas, perteneciente a la Visitaduría “África Tropical Ecuatorial” (ATE), en el 2005 fue nombrado obispo de Kaga-Bandoro, al norte del país, a 350 kilómetros de distancia capital: a 10 horas de viaje.
La República Centroafricana es una de las naciones más pobres del planeta, pero no carece de riquezas: minerales, diamantes, madera… Productos que podrían hacerla próspera, pero que en cambio son el origen – junto con un diseño de expansión islámica – de guerra y violencia, al que también contribuyen factores externos: el 80% de los “rebeldes” proviene de los países vecinos.
Es en este contexto que vive Mons. Albert Vanbuel, de origen belga, obispo de una realidad eclesial pobre, pero respetado incluso entre aquellos que están en conflicto: en la sede episcopal también hay espacio para el Imam, por lo que cuenta con un refugio. Es el segundo obispo de una diócesis joven (erigida en 1997), con menos de 80.000 bautizados en más de 200.000 habitantes, en un territorio de 95.000 km².
La pobreza es extrema. Es necesario incrementar la formación de los catequistas y laicos colaboradores: pero las distancias, la inseguridad social y la falta de medios de transporte hacen que sea difícil moverse. Ninguna parroquia tiene a su disposición un vehículo, solo hay uno a disposición del obispo.
En efecto, este es el primer reto: hacer autónoma la Iglesia local, con el fin de que sea “Iglesia Africana”, con la formación de los pocos sacerdotes – 20 en total, incluyendo cuatro estudiantes en Europa – y de los laicos, especialmente los catequistas.
En una sociedad que ha visto destruir las instituciones, el Obispo es respetado, se convierte de tanto en tanto en autoridad eclesial y civil, y muchas veces es llamado a actuar como mediador y pacificador.
Como buen salesiano, Mons. Vanbuel introdujo a la diócesis en un camino de atención a los jóvenes, que viven sin trabajo, sin estudio, sin esperanza, y fácilmente corren el riesgo de la violencia.
Es difícil y agotador defender y promover la dignidad y el valor de la persona humana, joven, hombre, mujer. Incluso la familia está perdiendo el estilo tradicional y a veces vive disgregada y sufriente debido a la presencia, en el mismo núcleo familiar, de “soldados” de frentes contrarios.
El próximo año, Mons. Vanbuel dimitirá por motivos de edad y espera que esto de la ocasión a la Iglesia local de dar un paso adelante en la responsabilidad y en la paz social.