La memoria de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, nos recuerda que la maternidad divina de María se extiende, por voluntad de Jesús mismo, a la maternidad de todos los hombres, es decir, a la Iglesia misma en el acto de la entrega. Desde 2018 se celebra el lunes después de Pentecostés. En un tweet el Papa pide a la Virgen que nos ayude a fiarnos plenamente en el amor de Jesús, “sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe está llamada a crecer y madurar”.
María en el centro del dogma de la salvación
La devoción a María -como la devoción a la Cruz y a la Eucaristía- ha sido siempre un pilar fundamental de la fe, pero con la memoria de la “Virgen María, Madre de la Iglesia” establecida en 2018, el Papa Francisco quiso hacer más. En primer lugar, consideró hasta qué punto la exaltación de esta devoción puede hacer bien a la Iglesia y puede aumentar el sentido materno en ella, pero de hecho ha puesto a María en el centro del dogma de la salvación. Hasta ese punto considerada sobre todo en su relación con Cristo, la piedad mariana desciende en realidad directamente de la fe en la Santísima Trinidad. Puesto que el Señor quiso que ella, una mujer humana, fuera la Madre del Hijo de Dios, sólo a través de ella el hombre podrá acceder a la misericordia divina. La maternidad de María comienza con la Anunciación: con su sí la Virgen permite al Señor entrar en la historia; y su maternidad, por voluntad divina, no termina al pie de la Cruz, sino que se eterniza con el objetivo de llevar la imagen del Hijo en los hombres y entre los hombres. Además, la encontramos Madre, esta vez de los primeros creyentes, los Apóstoles, en el Cenáculo, en espera de la venida del Espíritu: de ahí el vínculo de esta memoria con la solemnidad de Pentecostés que el Papa Francisco quiso subrayar.