(ANS – Cracovia) – La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es un evento que puede dar todo lo que una nueva dirección a la vida espiritual de los jóvenes, es “una experiencia de fe encarnada en diferentes contextos culturales”. Hoy nos habla el P. Wojciech Krawczyk, Delegado Nacional de la Pastoral Juvenil.
Por Grażyna Starzak
¿Cómo se preparan los salesianos a esta gran fiesta?
Cuando empezamos a prepararnos hemos indicado algunos objetivos, en particular, la asistencia de los jóvenes, que sea la mayor cantidad posible. Para muchos jóvenes polacos y de los países vecinos es la única oportunidad de participar en tal evento, por lo que es baja la inversión, aprovechando nuestra infraestructura en Cracovia. Otro objetivo era proporcionar información logística y práctica, fiable y actualizada, y hemos creado una oficina especial, que tiene un sito Web en cuatro idiomas. Por último, otra de las prioridades es la seguridad, es decir hacer que el evento, más allá de que sea seguro; los jóvenes que participan en el encuentro con el Movimiento Juvenil Salesiano puedan sentirse como en casa.
Según un estimado, ¿cuántos son los participantes de los jóvenes salesianos?
A mediado del mes de mayo se registraron cerca de 5.500 jóvenes de 60 países.
También esta vez ¿los jóvenes del MJS presentarán sus talentos?
El 27 de julio, se realizará un evento característico y específico de la espiritualidad salesiana, es decir: la alegría y la fiesta. Es una tradición que se remonta a los tiempos de Don Bosco y se continúa esta tradición. Por supuesto, las estrellas de este evento serán los jóvenes. Todos ellos estarán presentes en la escena, habrá varias actuaciones y se presentarán canciones, música, danza… También se realizará una degustación de la especialidad de cada país.
¿Qué recuerda de la JMJ en la que participó?
He participado en tres ediciones: en Czestochowa, en 1991, como joven sacerdote, trabajé en la oficina de prensa. La JMJ fue para nosotros un hecho histórico, porque era nuestro primer encuentro con el mundo de los jóvenes.
La segunda vez fue en París, en 1997: una explosión de la juventud, un gran entusiasmo por todos los grupos. Recuerdo que nuestros animadores fueron capaces de “conquistar” incluso a los italiano. También recuerdo las multitudes de jóvenes que llenaban las calles de la capital francesa. Los organizadores no estaban preparados para un gran número de jóvenes.
También he participado en la JMJ de Roma el año 2000, y creo que la experiencia parisina me permitió entender el sentido de la jornada: una experiencia de fe encarnada en diferentes contextos culturales.