ROMA (ACI).- El joven sacerdote italiano Roberto Dichiera tiene un recurso muy poderoso para suscitar conversiones. Su propia vida es un ejemplo de cómo Dios no abandona a sus hijos y aún cuando parecen perdidos en el más profundo de los abismos, si responden a la voz del Señor, pueden encontrar la felicidad verdadera.
El Padre Roberto, hoy de 37 años de edad, recorre las calles de Roma buscando rescatar a jóvenes atrapados en la adicción a las drogas, un drama que él conoce de primera mano porque lo vivió por casi diez años.
En una entrevista con ACI Prensa el Padre Dichiera, contó que se alejó de la fe católica a la edad de 12 años. “Hice la Confirmación, pero por desgracia empecé a blasfemar contra la Virgen y contra Dios”, recuerda.
A los 13 años abandonó los estudios y empezó una “escalada de transgresión, de peligros, a través de frecuentar a gente mayor que yo y a través de las discotecas, el alcohol, las drogas”.
“Llegué a ser un vendedor de droga y consumidor, desde éxtasis a ácido –LSD–, alucinógenos, y cocaína. No tenía ningún sentido moral, ni creía lo más mínimamente en Dios, y por cerca de 9 años no me confesé. No creía en los sacerdotes, no creía en la Iglesia, no creía en el Papa, no había leído nunca la Biblia“.
Un día, a la edad de 20 años, se enamoró de una joven católica y comenzó a a ir a Misa. “Ella me servía de ejemplo, con esta chica comencé a orar, a acercarme de nuevo a la confesión que de tantos años no hacía, y hacer la Comunión, recibir el cuerpo de Cristo”.
En los dos años siguientes, vivió una transformación total “gracias a esta chica, y a la lectura del Evangelio -que leía a escondidas para no dar gusto a mis padres católicos-“.
En junio de 1996, descubrió en una peregrinación mariana su llamado a la vida sacerdotal “algo que jamás había pensado”.
Roberto puso fin a la relación con su prometida y “con gran dificultad dejé atrás el mundo de las drogas y la transgresión. Fue un gran combate espiritual, una lucha, cuanto más me acercaba a Jesús, a la oración, a la acogida del Espíritu Santo, más sentía la tentación del maligno, de todas las propuestas que el mundo me podía hacer para permanecer siendo vendedor de droga en las discotecas”, recuerda ahora.
El sacerdote ahora pertenece a la comunidad católica “Nuevos Horizontes”, fundada por la italiana Clara Amirante y que desarrolla un apostolado de apoyo a los jóvenes que viven en dificultad proponiendo valores como la solidaridad y la cooperación.