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RMG – Historias de voluntariado: los jóvenes estadounidenses y portugueses

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(ANS – Roma) – El voluntariado misionero juvenil es una realidad muy extensa y generalizada en toda la congregación; los jóvenes que participan nacen en diferentes países, viven experiencias diversas, pero tienen dos cosas en común: el deseo de servir y un encuentro con algún salesiano que los dirige hacia las experiencias formativas que nunca olvidarán.

“Ahora que hemos llegado al final de los últimos días aquí en Gumbo, Sudán del Sur, parece una locura pensar que pronto llegaré a casa y no voy a estar más aquí. Me hace realmente entender cómo este lugar lo siento como casa y cómo esta comunidad, incluyendo a los Salesianos, los otros voluntarios laicos y la gente de Gumbo se han convertido en realidad en una familia para mí. Sé que probablemente la mayoría de ellos, si no todos, no los veré más, y aunque estoy emocionado por volver a casa, voy a extrañar mucho a estas personas y este lugar. Me siento muy afortunado y agradecido por esta experiencia”, señala Pat Sabol, un joven americano que pasó un año como voluntario en Sudán del Sur, a través del programa “Salesian Lay Missioners”.

“Muchos niños, estudiantes y jóvenes que veo en el oratorio, siguen haciéndome saber que ellos no quieren que me vaya y uno me dijo que dejaría la escuela si me voy porque ‘hago los días mejores’. – Le hace eco su compañero de aventura, Michael Gumbo – Estas pequeñas cosas me las llevo en mi corazón y hacen mi partida más agridulce. Estoy muy agradecido por este año, para las personas que han influido en mi vida y en las que he podido tener alguna influencia. Ahora solo tenemos que seguir orando por la paz en este país”.

“Cuando me fui a la misión – dice la joven voluntaria portugués Madalena Potes – quería dar un buen ejemplo de fe. Como voluntaria salesiana entendía transmitir el mensaje de amor y perdón de Dios, a través del sistema de la alegría de Don Bosco. Al final sentí que me dieron más de lo que di. He aprendido mucho. Esta experiencia ha cambiado mis perspectivas y conceptos. Me hizo ver las cosas de una manera diferente, cambió el significado de términos como simplicidad y genuino. Fortaleció mi fe. Llenó mi corazón”.

“Nunca vi nada de miserable en esas casas incompletas, en aquellos caminos de tierra o en cualquiera de estos niños descalzos y sin camisa. No. Allí vi a mi barrio, mis vecinos, mi pueblo. Y sí, a pesar de ser rubia y tan diferente a ellos, fui aceptada como una del barrio. Me abrieron la puerta de la casa, me invitaron, me confiaron sus hijos, que a su vez me enseñaron acerca de su cultura. (…) Si pudiera volver atrás, no diría más que andaba allí para ayudar, pero yo diría en primer lugar, gracias, porque allí y con la familia que vivía conmigo entendí lo que es la vida, aprendí a seguir a Don Bosco y encontré a Dios”, dice la joven Ana Fonseca, enviada en misión con el” Programa Don Bosco – Proyecto Vida”.

Más informaciones sobre el compromiso de estos voluntarios están disponibles en el blog de ​​Michael Gotta, o también el de Patrick Sabol y en la página web de Fundacão Dom Bosco.

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