(ANS – Roma) – Con motivo de la beatificación de sor María Troncatti, Don Pascual Chávez ha escrito un mensaje que nos recuerda su figura y legado.
Acepto con gusto la invitación a dirigir mi mensaje con motivo de la beatificación de Sor María Troncatti, Hija de María Auxiliadora, que se celebrará en Macas, Ecuador, el 24 de noviembre de 2012.
Se trata de reconocer, a la luz de la fe, la trayectoria de esta extraordinaria mujer, consagrada, misionera y madre de todos los que han tenido la gracia de conocerla. Por encima de todo, es el testimonio de aquellos que realmente han experimentado el celo apostólico del “Da mihi animas, cetera tolle”, aceptando el ascetismo exigente del “Trabajo y templanza”, como requisito indispensable para “dar fruto”. Esta hija de María Auxiliadora en la selva amazónica de Ecuador se convirtió en “médico” para los cuerpos y las almas: mientras curaba y socorría, evangelizaba, proclamando y testimoniando a todos el amor infinito del Padre y la ternura materna de María Auxiliadora. Con su beatificación se desea hacer una memoria viva de un gran grupo de generosos y heroicos misioneros Salesianos e Hijas de María Auxiliadora, que en la selva amazónica de Ecuador han sembrado con lágrimas, sudor y muchas veces con sus vidas, la semilla del evangelio.
La beatificación de Sor Troncatti es un signo privilegiado del amor de Dios para toda la Familia Salesiana y para el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora en particular. La santidad de la Familia honra a todos los grupos que se remontan a la espiritualidad salesiana de Don Bosco y de Madre Mazzarello. Es un estímulo para vivir con pasión el carisma y transmitirlo a las jóvenes generaciones en un mundo lleno de desafíos, pero también rico de signos de esperanza.
La vida de María Troncatti ha sido realmente consagrada en la verdad, actuando a partir de Dios, en comunión con Jesucristo, en el amor del Espíritu Santo. Se unió y conformó a Jesucristo, renunciando a sí misma, y viviendo en fidelidad a los compromisos asumidos en su profesión religiosa. Gracias a su fe y al sacrificio constante de sí, brilla por su extraordinaria capacidad de saber combinar de una manera maravillosa el anuncio del Evangelio y la promoción humana, obteniendo frutos de conversión espiritual y de liberación humana y social. Ella pertenece al nutrido grupo de personas, de las que han surgido ríos frescos de vida, llena como estaba de la alegría de la fe, vivida en la radicalidad de la obediencia y con la fuerza del amor.
Es significativo y conmovedor que la Iglesia reconozca oficialmente, precisamente en el año dedicado a la fe, la santidad de esta hija suya, convirtiéndose en un signo de esperanza para nuestro mundo en el que hay un creciente y generalizado analfabetismo religioso. Para ella, todo era una buena ocasión para indicar la salvación en el nombre de Jesús y María: ya sea cocinando, en el cuidado de los enfermos, o suministrando medicamentos, sembraba siempre la palabra evangélica en la intimidad de las personas y descendía como una medicina que cura las heridas y las llagas de los corazones y las almas. Su beatificación nos ayuda a recordar que las misiones tiene su centro en la proclamación de la salvación en el nombre de Jesús.
Por último deseo recordar que este acontecimiento de gracia cae en el camino de preparación para el bicentenario del nacimiento de nuestro Padre y Fundador Don Bosco. La nueva Beata ha encarnado de modo singular el lema salesiano “Da mihi animas cetera tolle” a través de un celo y una entrega incondicional a las almas, hasta la entrega de su vida. Sor María se preocupaba por el hombre entero, sus necesidades físicas y espirituales. Con su ejemplo y su mensaje recuerda a todos los miembros de la Familia Salesiana, que no nos hemos de preocupar sólo del cuerpo, sino también de las necesidades del espíritu del hombre. ¡Cuántas almas salvadas! ¡Cuántos niños arrancados de una muerte segura! ¡Cuántos niñas y mujeres defendidas en su dignidad! ¡Cuántas familias formadas y custodiadas en la verdad del amor conyugal y familiar! ¡Cuántos incendios de odio y venganza extinguidos con el poder de la paciencia y la entrega de la propia vida! Y todo vivido con gran celo apostólico y misionero. Una disponibilidad continua, una dedicación renovada cada día a los pies del altar, una entrega hasta el sacrificio supremo de la vida por la reconciliación y la paz.
Que la Beata María Troncatti nos obtenga la gracia de corresponder con generosidad a la vocación cristiana y despierte en nuestras familias y comunidades cristianas y religiosas el don de la fe y el compromiso de anunciar el Evangelio especialmente a los jóvenes y los pobres.