El Papa Francisco presentó el 28 de setiembre la 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará en 2020: “Para que puedas contarlo a tu hijo” (Ex 10,2). La vida se hace historia.
Con la elección de este tema el Papa subraya cuanto sea precioso el patrimonio de la “memoria” en la comunicación y la capacidad de contar bellas historias a las próximas generaciones. Sin duda que “educar con historias nos ayuda a afrontar distintas situaciones en un mundo complejo, cambiante y desconcertante”, escribía D. Chomskim.
El Papa ha subrayado en muchas oportunidades que no hay futuro sin enraizamiento en la historia vivida. Y nos ha ayudado a comprender que la memoria no debe ser considerada como algo “estático”, sino más bien como una “realidad dinámica”. A través de la memoria se pasan de una generación a otra: historias, esperanzas, sueños y experiencias. Nos recuerda también que todo relato nace de la vida y del encuentro con el otro.
Jesús recurría a las “parábolas” para comunicar la fuerza vital del Reino de Dios, dejando a los oyentes la libertad de recibirlas y relacionarlas consigo mismos. La fuerza de una historia se expresa en su capacidad de generar cambios. Una historia ejemplar tiene una gran fuerza transformadora.
En un contexto actual donde abundan un sin número de interacciones a través de las redes sociales, se habla de una información a través de historias. Afirmar C. Cox, que “el formato de las historias está en camino a convertirse en la principal forma en la que los usuarios compartirán información”.
Leyendo el título de la JMCS, viene una pregunta: ¿Qué cosa debemos narrar a las próximas generaciones? Indudablemente el Papa Francisco nos ha colocado a lo largo de estos años fundamentalmente sobre cinco historias:
“Que cada ser humano, hombre, mujer, niño, niña es imagen de Dios”: somos imagen de Dios.
“Que vivir juntos es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante”: hemos nacido para vivir en comunidad y en comunión.
“Que cada uno tiene su propia idea del bien y el mal y debe elegir seguir el bien y luchar contra el mal… Eso sería suficiente para hacer del mundo un lugar mejor”: que nuestro actuar beneficie al prójimo.
“Que la naturaleza no es una propiedad de la que podamos abusar a nuestro antojo, ni mucho menos es la propiedad de unos pocos, sino un don de todos, que debemos custodiar”: que nuestro mundo es nuestra casa.
“Paraíso, es una de las últimas palabras pronunciadas por Jesús en la cruz, dirigido al buen ladrón”: que nuestro lugar es el paraíso.
Una vez más, en el centro de la reflexión, el Pontífice coloca a la persona con sus relaciones y su capacidad innata de comunicación.