(ANS – Roma) – Esto ocurrió por primera vez, según las palabras de don Lemoyne, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de aquel año. Ese mismo año, Don Bosco pidió y obtuvo del Papa Pío IX la gracia de poder administrar la Sagrada Comunión en Navidad, durante la misa de medianoche. El permiso, disonante respecto a las costumbres litúrgicas de la época, fue renovado en los años siguientes y se transformó en una verdadera tradición que marcó la celebración de la Navidad en la casa madre de Valdocco y, después, en las otras casas de la Sociedad (ver. MB IV, 531, VIII, 50).
Esta es la historia de la primera Navidad en Valdocco, marcada por el recordatorio claro y alegre de una campana…
Grande fue el concurso, después de haber inculcado en el alma de sus pequeños amigos sentimientos de gran ternura hacia el Divino bebé. Siendo él solo sacerdote, en la tarde de los nueve días confesó a muchos que al día siguiente querían tener la S. Comunión. Por la mañana, llegaba a la iglesia a tiempo para extender esta ventaja a los artesanos que tenían que ir a trabajar. Celebrada la Santa Misa, distribuía la SS. Eucaristía, predicaba, y tras el canto de las profecías realizado por algunos catequistas entrenados por él, daba la bendición con el Santísimo Sacramento.
En la tarde de aquella memorable noche, después de haber confesado hasta las 11:00, cantó una Misa, administró la Sagrada Comunión a varios cientos de personas y luego conmovido hasta las lágrimas, se oía exclamar – ¡Qué consuelo! Parece que estoy en el paraíso! – Terminada la función, distribuía una pequeña cena a los niños y los enviaba a sus casas a descansar.
Él al cabo de pocas horas de sueño regresaba a la iglesia, a la espera de la multitud más numerosa que no había podido asistir a la solemnidad de la noche, confesaba, celebraba las otras dos misas, comunicaba y entonces retomaba todas sus múltiples ocupaciones de los días festivos.
De esta manera, durante muchos años se celebró la novena y la fiesta de Navidad, hasta cuando Don Bosco no tuvo en casa otros sacerdotes (MB II, 582-584).