(Radio Vaticana).- Jesús, después de verificar que Pedro y los otros once creían en Él como Mesías y como hijo de Dios, “comenzó a explicarles que debía ir a Jerusalén y sufrir mucho, ser asesinado y resucitar al tercer día”, reflexionó el Obispo de Roma ante miles de peregrinos en la Plaza de San Pedro, antes de rezar la oración del Ángelus en una mañana nublada pero calurosa que no impidió a los miles de fieles acudir a rezar y recibir la bendición del Papa.
Inspirado en el Evangelio de Mateo del vigésimo tercer Domingo, Francisco afirmó que el anuncio de Jesús de su muerte y resurrección es un momento crítico y un punto crucial, en el que emerge el contraste entre el modo de pensar de Jesús y aquel de los discípulos. “Incluso Pedro siente el deber de reprochar al Maestro, porque no puede atribuir al Mesías un final tan innoble. Entonces Jesús, a su vez, reprocha duramente a Pedro, lo pone “en su lugar”, porque no piensa “según Dios, sino según los hombres” (v. 23) y sin darse cuenta hace el papel de Satanás, el tentador.”
El Papa citó la lectura de san Pablo que exhorta a “No conformarse a este mundo, sino dejarse transformar renovando nuestro modo de pensar, para discernir la voluntad de Dios”(Rm 12,2) para decir que “De hecho, nosotros los cristianos vivimos en el mundo, insertados plenamente en la realidad social y cultural de nuestro tiempo, y es justo que sea así; pero esto trae consigo que corramos el riesgo de convertirnos en “mundanos”, que “la sal pierda el sabor”, como diría Jesús (cfr. Mt 5,13), es decir, que el cristiano se “diluya”, pierda la carga de novedad que viene del Señor e del Espíritu Santo.
Seguidamente el Sucesor de Pedro dijo que “es necesario renovarse continuamente nutriéndose de la linfa del Evangelio. ¿Y cómo se puede hacer esto en la práctica? -se preguntó-. Sobre todo leyendo y meditando el Evangelio todos los días, así la Palabra de Jesús estará siempre presente en nuestra vida; además participando en la Misa dominical, donde encontramos al Señor en la comunidad, escuchando su Palabra y recibiendo la Eucaristía que nos une a Él y entre nosotros; y luego son muy importantes para la renovación espiritual las jornadas de retiro y de ejercicios espirituales.