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Reflexión: Amar a la Iglesia y al Papa en los tiempos de hoy

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Pobre Sara Carbonero. Para quien no lo sepa Sara es periodista deportivo y novia del portero de la selección española de fútbol. Es más conocida por lo segundo que por lo primero. No tiene grandes intervenciones periodísticas y cuando informa a pie de campo siempre acababan sus compañeros con la frase: “Gracias Sara”. Como el que tiene boca se equivoca de vez en cuando metía la pata y así se formó un grupo en twitter que se llama “Gracias Sara” en el que la gente pone las tonterías (hay que reconocer que bastantes graciosas, otras no), una detrás de otra. La periodista se ha enfadado, no me extraña. Encima ayer se equivoca y pregunta a Iniesta después del partido si le hubiera gustado tirar algún penalti…, cuando había tirado el segundo de la selección española. Ya tendrá que tomárselo con humor y dedicarse cada día a formarse para ser mejor periodista y tener paciencia. Me imagino que los amigos de verdad no se reirán de ella y la apoyarán en esta anécdota de su vida.

“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.” Si últimamente la gente se mete con Sara Carbonero lleva muchísimo mas  tiempo metiéndose con la Iglesia. Lo que pasa es que parece que los cristianos nos unimos muchas veces a las críticas. Reconozco que soy culpable de darme casi todos los días unas vueltas por blogs, páginas y articulistas que se llaman católicos (y lo serán casi todos), pero que van presentando a la Iglesia como una simple organización de más o menos poder y alimentan en nuestra alma el cotilleo, la habladuría, el buscar dobles intenciones y la opinión fácil, rápida y superficial. Me imagino que si alguien abriese un blog sobre mi madre y viese que habla de ella como de una cualquiera ni me asomaría a mirarlo y mucho menos favorecería la difusión de dicha página. Uno puede leerlas pensando que así está mejor informado de lo que pasa pero lo importante de la Iglesia nunca se encontrará en “lo que pasa”, sino en lo que es.

Los enemigos de fuera siempre existirán. San Pedro y San Pablo son testigos directos de ello. La lástima es que sean -seamos-, los propios hijos de la Iglesia los que parece que cuando decimos que la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica estamos hablando de algo vacío, irreal y que tal vez lo veamos en la eternidad. Tendríamos que volver a hacer oración sobre la belleza de la Iglesia. Buscar no el escándalo o el pecado, sino la virtud y la acción de Dios en el mundo por medio de su Iglesia. Ojalá cada uno nos sintiésemos orgullosos de la Iglesia como lo estamos de nuestra Madre. ¡Qué lástima da cuando nos juntamos curas, monjas o laicos comprometidos y parece que la Iglesia es nuestra enemiga! ¡Con qué alegría juzgamos al Papa y nos sentamos en su Cátedra mientras miramos al mundo por un canuto en vez de ver la Iglesia Universal con los ojos de la fe!

“El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo”. La Iglesia lleva veinte siglos anunciando a Cristo en su plenitud. A pesar de los enemigos de dentro y de fuera, a pesar de nuestros pecados, tibiezas, incoherencias y deslealtades. La Iglesia no nació como un grupo opositor a Judas, sino para anunciar la alegría de la Redención.

Amar a la Iglesia y al Papa. Y no de boquilla o en un pequeño comentario o artículo religioso, sino con obras y de verdad. San Pedro, San Pablo y millares de mártires en la historia -hoy en día también-, han dado su sangre por amor a la Iglesia, cuerpo de Cristo. Busquemos lo bello de la Iglesia y curemos las heridas que la hacemos en la historia.

María es Madre de la Iglesia y ella sólo tiene cosas bellas entre sus brazos, a ella nos encomendamos especialmente.

Artículo publicado en archimadrid.org

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